La educación en el fin del patriarcado, Pía Cajas

La educación en el fin del patriarcado

La educación del patriarcado, al igual que este, está llegando a su fin. El sistema educativo actual es una institución masculina, jerárquica, que busca perpetuar roles, adoctrinar y mantener tradiciones androcéntricas. Educa para entrar en una carrera de competitividad y precariedad espiritual, niega la autoridad de la madre como la primera maestra y, por eso, sigue hablando en neutro, en genérico universal, que ocultan detrás el sesgo masculino… Niega la diferencia sexual, es anti libertad.  La educación necesita nuevas búsquedas, otras formas de aprender, otras cosas que aprender y otras formas de enseñar. Para María Milagros Rivera, el aprendizaje es saber comunicarse, es crear, es expresarse. 

En mis años de experiencia como educadora en primera infancia, he observado a los niños y niñas en sus interacciones y juegos. Los niños manifiestan un juego más estereotipado, sensorio motriz, utilizan los golpes y la competencia, juegan a ser héroes a través de las armas, debido a los fuertes referentes masculinos patriarcales de la sociedad. En cambio, en las niñas, observo expresiones de libertad, veo belleza en la forma en que se relacionan, en calma, con respeto por la otra y el otro, en conexión con la naturaleza, con sus emociones, su idea de ser heroína es a través de la ayuda, lo contrario a lo impuesto en la sociedad del patriarcado, donde quien se impone, con el poder y la competencia, está por sobre los demás… Esta forma de relación, que es diferente entre niñas y niños, tiene su origen en el cuerpo, que es sexuado, un cuerpo que existe y es histórico, un cuerpo que habla de una experiencia. La experiencia de un cuerpo sexuado mujer no es reducible ni comparable a la de un hombre, no obstante, el patriarcado moderno puso todos sus esfuerzos seculares en pretender homologarnos a los hombres y, más atrás en la historia y transversal a esta homologación, ha querido siempre reducirnos a sus estereotipos de género femenino, para atraparnos y ponernos al servicio de la virilidad. Sin embargo, la diferencia sexual significa, en palabras de Lía Cigarini, “la asimetría femenina en el orden falocéntrico”. Y la asimetría no debe entenderse, en esta perspectiva, como sinónimo de desigualdad o inferioridad, sino, como un más. Es decir, las mujeres nacemos en una sociedad que no está pensada para nosotras, saber esto nos ayuda a entender esa rebeldía y libertad que se gesta desde la infancia, en cada mujer que se niega a adaptarse al desorden patriarcal y crea mediaciones distintas desde su diferencia sexual en femenino.

Al observar ambos juegos y sus interacciones, me pregunto: ¿qué hay que aprender?, ¿qué enseñar?, ¿cómo? ¿Seguimos repitiendo conocimientos masculinos con pretensiones de universalidad: ¿la historia de guerras, sus triunfos y derrotas? ¿O mejor hablamos del progreso humano desde la autoridad femenina?, Autoridad que viene de augere, que significa ‘hacer crecer’. Enseñar a las niñas no a ser iguales a los niños, sino a aprender y a crear desde su diferencia femenina, que siempre ha estado allí; y enseñar a los niños a distinguir y acoger lo que sigue siendo valioso desde la diferencia libre de ser hombre y a transformar lo patriarcal, viril, para hacer que la convivencia entre los sexos no sea violenta.

Educar como educan las madres, escribió María Milagros Rivera, “dar y enseñar vida, el amor es el signo” … La educación, en su origen, es femenina, sea ejercida por profesores o profesoras, porque ambos hemos aprendido a hablar en relación de confianza con la madre. Esta primera escuela o enseñanza original está en la memoria de todas y todos. 

Educar para alimentar deseos, potenciar intereses, desplazar la fuerza del poder por la libertad relacional. El amor aprendido en la relación con nuestras madres o con quién ocupe ese lugar, nos puede guiar para educar con sentido. Esa primera escuela nos entrega signos de amor. Observando y reconociendo autoridad a la propia experiencia, podemos reconocer estos signos. “El aprendizaje es y debe ser en relación, porque es en relación donde circula y se intercambia el espíritu”, dice también en su libro María Milagros. 

Abrirnos entonces a una nueva forma de educar, salir del androcentrismo, mirar de otra manera, conectarnos con nuestra infancia y recordar esa primera relación con quién nos enseñó la palabra con amor, de forma lúdica, quien fue mediadora entre nosotras y el mundo, que con sus caricias nos mostró los límites de nuestro cuerpo, quien nos enseñó a estar aquí́ en el mundo sin violencia, quien abrazó nuestros dolores y contuvo nuestras rabias, quien a través del juego nos permitió abrirnos al placer de aprender. Volver al principio, acercarnos a la libertad como un movimiento interior que se gesta en esta primera relación de vida y, desde esa libertad, educar, para cuidar que el cuerpo no se separe del pensamiento, de la palabra… Estos aprendizajes primarios se necesitan hoy en este mundo que es diferente, en el fin del patriarcado, armonía entre pensamiento y sentir, disponibilidad y reflexión, goce y calma, fragilidad y fortaleza.

Pía Cajas Maureira

Feministas Lúcidas 

Bibliografía

Cigarini, Lía, (1996), “La Política del deseo, La diferencia femenina se hace historia”. 

Montoya Ramos, María Milagros, (2011), “Alumbrar en el presente: Enseñar teniendo en cuenta a la madre”. Recuperado el 10 de agosto de 2019, de https://dialnet.unirioja.es/servlet/autor?codigo=36082

Artículo de Otero Ochaíta, Josefa, Rivera Garretas, María-Milagros, (2012), “Educar como educan las madres, el amor es el sigo”. Recuperado el 15 de agosto de 2019-https://core.ac.uk/download/pdf/39048684.pdf/.Traducción de María-Milagros Rivera Garretas, Sottosopra rosso, enero, (1996), “El final del patriarcado. Ha ocurrido y no por casualidad”. Recuperado el 7 de agosto de 2019-http://www.libreriadelledonne.it/pubblicazioni/el-final-del-patriarcado-ha-ocurrido-y-no-por-casualidad-sottosopra-rosso-enero-1996/.