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Las universidades patriarcales: instituciones en decadencia

Nuestras antepasadas vivieron humillaciones y persecuciones por sus luchas para acceder a la educación. Las primeras mujeres que entraron a las universidades vivieron la ridiculización permanente y el hostigamiento de los hombres, que caminaban por sus pasillos y aulas con la naturalidad de quienes se sienten legítimos poseedores del conocimiento y la verdad.

Hoy, las mujeres del siglo XXI sabemos que ese conocimiento y esa verdad responden a una visión reducida, estrecha y empobrecida de la vida. Hoy sabemos que esta puerta, que nos abrieron -con valentía y lucidez- nuestras antepasadas, nos permitió la entrada a un orden simbólico masculino y a una tradición de pensamiento en franca decadencia, pues se sostienen en una ideología que valida un único punto de vista y reconoce un único cuerpo sexuado, el del hombre. El androcentrismo es la ideología que sostiene el orden patriarcal hasta el punto de su autofagocitación.

Sabemos esto y mucho más, sabemos de nuestros cuerpos sexuados y su potencia, sabemos de las mentiras y engaños de esta civilización depredadora, sabemos de libertades reales, y sabemos que los hombres patriarcales no soportan que sepamos tanto y que lo digamos, lo gritemos, lo expresemos en diversos lenguajes o hablando en lenguas; entonces su ira ancestral arremete, como muchas veces antes en la historia, como muchas veces antes en tiempos de feminismo expresado y, ante la vista de todas, reaccionan con el poder y la violencia que les son propios, y matan, violan, persiguen, humillan, provocando en nosotras más asco, más desprecio y más desdén, porque vemos, en un despliegue vergonzoso y patético, su mediocridad y la inutilidad de que hayan venido al mundo.

En este patriarcado tardío que estamos viviendo, las mismas prácticas fundantes de su misoginia se siguen repitiendo. En las primeras décadas del siglo XX, a las mujeres que ingresaban a las universidades, les lanzaban piedras y las hostigaban con el escarnio público y con sobrenombres degradantes. Hoy, reciclando las mismas acciones, pero más cobardes aún, usan los medios virtuales para perseguirnos. La virtualidad encubre, con el anonimato y la descorporización, mentes fascistas, empequeñecidas por sus propios complejos de inferioridad. Así lo hicieron con Camila Sandivari, nuestra semejanta, poeta y feminista radical de nuestra colectiva Feministas Lúcidas, y con otras mujeres universitarias, de distintas universidades chilenas, quienes, con valentía y convicción, se posicionan desde el feminismo.

Camila, junto a otras, organizaba un encuentro de mujeres en la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Chile. La reacción de los machitos universitarios, arribistas intelectuales, fue clonar la información de su perfil de facebook para subirla a una plataforma podrida que ellos usan y poner sus fotos, intervenidas con falos y semen: ¡qué más representativo de la civilización del Hombre, que ha tenido que levantar el símbolo fálico para disfrazar su envidia e impotencia existencial! Esta civilización, fracasada hace siglos, subsumida en la miseria y la desgracia, basada en la crueldad y el dominio, depredadora de todo lo vivo, no nos interesa nada, se la retornamos para que los devore y envenene. Por eso, no creemos en la igualdad de los sexos, porque es una mentira, un infeliz absurdo. Y las facultades universitarias se basan en esta ideología igualitarista: nos aceptan en sus aulas en tanto neguemos nuestra diferencia sexual, cuya potencia temen y, por eso, la controlan con el ideario de la uniformización de los cuerpos y la inclusión de las diversidades.

No nos interesa ser incluidas, pertenecer ni participar en la cultura falo(go)céntrica, en la cultura del semen, cuya tríada sostenedora es “violación, pornografía y guerra”. ¡Qué tristísima, reducida y miserable forma de proyectar el erotismo! Precisas son, en este momento, las palabras de una grande, Andrea Dworkin (1981):

“Yo sugiero que la transformación del modelo sexual masculino, bajo el cual todas nosotras laboramos y ‘amamos’ comienza donde hay congruencia, no separación, una congruencia entre los sentimientos y los intereses eróticos; que comienza en lo que conocemos sobre la sexualidad de la mujer como distinta a la del hombre -caricias en el clítoris y sensibilidad, orgasmos múltiples, sensibilidad erótica en todo el cuerpo (que no necesita -y no debería- estar localizada o contenida en los genitales), en la ternura, en el respeto propio y en el respeto mutuo absoluto. Para los hombres, sospecho, esta transformación comienza en el lugar al que más le temen -esto es, un pene flácido”.

Escupimos sobre su cultura violatoria, sostenida por el complejo de inferioridad masculino y su envidia inconfesable a nuestros cuerpos sexuados, que tienen la maravillosa capacidad de ser dos (María Milagros Rivera), así como tenemos la maravillosa libertad de elegir si queremos o no ejercer esta potencialidad. Estamos produciendo otra cultura, y sus amedrentamientos no nos detendrán.

Con nuestra lengua materna, heredada de nuestras antecesoras, las brujas, les decimos que:

“Si vuelven por aquí, nuestra maldición los matará; si vuelven por aquí alguna vez, el odio que estamos incubando acabará con ustedes: se les romperán los huesos, la sangre se les pudrirá, la lengua les reventará de pus.

Si vuelven por aquí alguna vez, el agua que beban los envenenará, la comida les gangrenará las entrañas, el aire será fuego en sus pulmones. Rogarán en vano ser liberados del horrible tormento que será su castigo…” (Tomado en préstamo de la película Las Memorias de Antonia).

Julio de 2017.

Andrea Franulic

Angie Farfán

Mariana Poblete Rodríguez

Verena Castro

Yumbel Góngora

Tania Moraga

Anita Quintana Aedo

Camila Castillo

Constanza Urzúa

Javiera Gonzalez

Claudia Catalina Ahumada

Camila Sandivari

Natalia Amado

Francisca Barrientos

Javiera Sánchez

Jessica Gamboa

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¿Por qué los discursos de este 8 de marzo no nos inspiran?

Sabemos que los hombres, hoy más que nunca, ya no pueden ocultar ni disimular su decadencia milenaria; sin embargo, siguen despiadadamente depredando la vida. Nosotras, Feministas Lúcidas, queremos que no quede vestigio de su civilización fracasada. Por eso, no nos inspira el tejido de discursos que circula este 8 de marzo, pues vemos que colabora para que este régimen y su desorden simbólico refinen sus estratagemas.

Sentimos rechazo por la ignorante mediatización que pregonan los medios masivos de comunicación, convirtiendo esto en un carnaval, disfrazado de rebeldía, para camuflar su legitimación de la miseria (post)patriarcal. Y lo hacen con total desconocimiento de la historia de las mujeres y de la política de las mujeres, que es una práctica de vida y un pensamiento libres, dados a luz genealógicamente a lo largo de los siglos. Una vez más, los MMC intentan afianzar la ignorancia sobre nosotras y promover el desorden simbólico con su lengua muerta.

En primer lugar, nos parece insoportable el discurso de la igualdad que, en boca de hombres y de mujeres, sigue tomando, como medida de todas las cosas, a los hombres. La política con poder no nos representa ni nos interesa, es siempre política masculina, también la de izquierda a propósito de sus aires de liberalidad moderna. Como dice María Milagros Rivera Garretas, nosotras no queremos ser como los hombres ni queremos vivir como los hombres viven. (1)

Segundo, nos parece superficial el discurso de las identidades, funcional al poder, porque censura y sanciona a las mujeres que buscamos significar libremente nuestra diferencia sexual y el amor entre mujeres. Censura nuestra presencia, palabra y voz. Junto con esto, repone el pseudo-humano universal, el que ha servido históricamente al poder para fragmentarnos en identidades y dominar, así como para rechazar la diferencia sexual como principio enriquecedor de la vida.

Y, en tercer lugar, nos parecen peligrosos, en este 8 de marzo y en cualquier día del año, los discursos “anti” o “en contra de”, esos que pierden su sentido sin la presencia del enemigo (Vandana Shiva), usando, una y otra vez, las herramientas recicladas del Amo (Audre Lorde). Nos resta una política reaccionaria, porque releva las miserias como si fuesen de las mujeres, sin dar cuenta profundamente de que las miserias son de los hombres. El enemigo no es nuestro interlocutor ni nuestra medida del mundo.

Nuestra política está basada en las relaciones, tomando como medida, las relaciones entre mujeres, para la creación de nuestro sentido libre de ser mujeres, para significar libremente el amor entre mujeres, para el descubrimiento, en la vida de cada una, del orden simbólico de la madre, para la recuperación de las huellas de las mujeres libres del pasado y sus genealogías… Nos interesa seguir creando existencia e independencia simbólicas para nosotras; sin esto, por más esfuerzos que se hagan por cambiar las condiciones materiales que todavía nos usurpan libertad, no se logrará dicho cambio. Deseamos y necesitamos continuar contrarrestando, de manera profunda, la ignorancia sobre nuestra historia, pero sin tener a los hombres como medida del mundo, pues hoy contamos con la certeza de que la historia de las mujeres es la historia de la humanidad.

1. María Milagros Rivera Garretas:

http://www.ub.edu/duoda/web/es/textos/10/211/
http://www.ub.edu/duoda/web/es/textos/1/237/
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Declaración de Feministas Lúcidas ante los acontecimientos en Chile (24 de octubre de 2019)

Las Feministas Lúcidas apoyamos y participamos de esta Revuelta, porque, como mujeres y mujeres lesbianas que hacemos «política de las mujeres», siempre hemos rechazado la fuerza y el poder de los patriarcas. Hemos repudiado la guerra, los uniformes, la patria y la bandera. Nos reconocemos, además, en la historia de las Feministas Autónomas chilenas y latinoamericanas que se negaron a negociar con los poderes militarizados y los partidos vendidos de la Concertación u otros conglomerados políticos, a fines de los años ochenta e inicios de los noventa. ¿Cuánto tiempo se denunció la institucionalización del feminismo y los movimientos sociales? Nunca hemos estado de acuerdo con negociar con el poder, ni lo estaremos. Esta revuelta es respuesta a los abusos de la política con poder de este país, del estado criminal de este país y de la complicidad de todas y todos que decidieron negociar lo innegociable. Tampoco la separamos de lo que está pasando en todo el mundo, que es un cambio de civilización.

Esta revuelta tiene mucho de «orden simbólico de la madre». ¿No lo ven? ¿No lo vieron antes? Sospechamos que ese fue el problema. Pues, ¿qué es, sino, querer que desmilitaricen el territorio, que devuelvan el agua, que dejen de torturar y hacer desaparecer gente, que dejen de matar y violar a mujeres y niñas? ¿Qué es, sino, desear una vida digna, basada en relaciones humanas, «no instrumentales»? ¿Qué es, sino, pretender expandir el sentido de la vida que venimos simbolizando e intentando practicar las mujeres desde el último tercio del siglo XX y, si miramos el pasado, milenariamente? ¿Qué es, sino, cacerolear, sacar las cucharas de palo, el rallador y mostrar la paradoja del poder de los fascistas que hablan de guerra y sacan sus tanques y armas, manchadas históricamente de sangre, también en la memoria? ¿Qué es, sino, protestar en las calles y sacar a la luz del sol la masacre que nos están y han estado haciendo, la manipulación de las consciencias y el montaje que realizan los medios de comunicación oficiales, vendidos, hasta la saciedad, a los capitales de los patriarcas?

Unido a lo anterior, queremos enfatizar que denunciamos la violencia sexual que, una vez más, estamos sufriendo las mujeres durante esta represión militar del gobierno chileno. Denunciamos las torturas, asesinatos y desaparecimientos de mujeres, hombres, jóvenes, niñas, niños, también de animales, en manos de los milicos y las fuerzas especiales. Aplaudimos la fortaleza de las y los estudiantes. Esperamos la desintegración de la clase política y empresarial de este país. Apoyamos la acusación constitucional a Piñera y Chadwick. Y luego escupimos contra la constitución (y «contra Hegel», como siempre). Apoyaremos una nueva, siempre y cuando se realice con «el mínimo de poder y el máximo de augere», y se inscriba el «pensamiento de la diferencia sexual», porque, de no ser así, ¡será más de lo mismo: la lengua muerta del pensamiento androcéntrico! Por último, repudiamos la estigmatización que el gobierno, los medios de comunicación y sus repetidores hacen de quienes resisten en las calles y poblaciones de todo el territorio: ¡la única violencia que rechazamos en este contexto es la del Estado patriarcal asesino! Tampoco nos sumamos al coro hipócrita contra los saqueos y la delincuencia, pues los únicos saqueadores y delincuentes son quienes sostienen las AFP y toda la mafia del modelo de libre mercado.

¿Qué es, sino, desear que caigan todas las máscaras?

Andrea Franulic Depix
Jessica Gamboa Valdés
Sofía Pontigo
Pía Cajas Maureira
Libertad Retamal Adrian
Angélica Ríos Rojas
Andrea Paz Navarro Aránguiz
Francisca Barrientos Tapia
Natalia Amado
Carmen Martín
Javiera Muñoz Sánchez
Angie Farfán
Anita Belén Quintana Aedo
Nicole M Ruiz
Mayra Cuevas Valenzuela
Constanza Urzúa
Javiera González
Camila Antonia
Tania Soledad Moraga Calderón

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Declaración 8 de Marzo 2020

RESTITUIR EL VALOR SOCIAL DE LAS MUJERES

Las Feministas Lúcidas reconocemos el fin del patriarcado[1]. Su caída se ha precipitado con total estruendo. No es precisamente un final feliz. En parte, porque aún estamos rodeadas de sus muertos vivientes[2] que nos quitan la vida y nos violan. En este contexto, que es crucial para nuestra política, deseamos pensar y afinar muy bien nuestras prácticas y acciones. Es así como consideramos de vital importancia continuar el legado de las autoras que son nuestras referentes; esto es, restituir, en la sociedad y en la cultura, el valor social y simbólico de las mujeres, de tal manera que nuestros cuerpos sean inviolables y el matarnos sea impensable.

El valor social de las mujeres no se mide con los hombres, en nada. No significa llenar la sociedad de representaciones que refuercen los estereotipos femeninos, pues esto el patriarcado lo ha hecho durante siglos. Las representaciones culturales y el lenguaje deben vehicular un femenino libre o sentido libre de ser mujer[3], es decir, libre de los estereotipos de género codificados por el régimen patriarcal; libre de su falocracia coital y de toda su política sexual, que fomenta una sexualidad reproductivista, anuladora del placer clitórico[4].

El sentido libre de la diferencia femenina debe estar en el cine, en los medios de comunicación si estos dejan de estar en manos del poder, en las escuelas mientras duren, en las lecturas que se realicen en cualquier lugar, en la historia que se relate en la calle, en el aula, en la casa. Las esculturas, cuadros, libros, etc., deben impregnarse de femenino libre, de genealogía de mujeres, de madres, hijas, amigas, hermanas, pensadoras, políticas, activistas, artistas, escritoras. Deseamos seguir representando las relaciones entre mujeres, en especial, la relación entre la madre y la hija, interrumpida por el patriarca incestuoso, porque restituir el valor social de las mujeres pasa, principalmente, por retornarle a la madre su autoridad[5]. Junto a todo esto, es fundamental reparar en la lengua que usamos, las palabras que decimos para nombrar y definir, las connotaciones que elegimos para referirnos a otra mujer, porque rechazamos el régimen de significados patriarcales en todas las dimensiones de nuestra existencia, y le abrimos los brazos al orden simbólico de la madre, es decir, elegimos hablar en lengua materna y no usar las palabras androcéntricas que nos aplastan y tergiversan nuestra experiencia.

La radicalidad, el tomar las cosas desde la raíz[6], va por este camino de política de mujeres, que requiere cada día más consistencia y sistematicidad. Somos quienes, conscientes de nosotras mismas, trabajamos para ser libres del patriarcado y de todo lo que este acarrea. Cada una desea librarse de sus propios cánones de vaginalidad[7], de todo aquello que le resta independencia simbólica de los hombres y refuerza la envidia y competencia entre mujeres. Esto debemos expandirlo tanto en nuestra apuesta simbólica en el mundo como en la práctica concreta de nuestras relaciones, que, más que tomar la forma de la sororidad, toma la figura del affidamento[8].

Si se restituye el valor social de las mujeres, los feminicidios[9], las violaciones y su impunidad SE ACABAN. Nunca se acabarán a través del derecho, las leyes, la paridad o la igualdad. Al contrario, el derecho masculino viene a confirmar nuestra desvalorización social. Por su parte, los discursos conservadores o progresistas de la diversidad de géneros, de la disidencia sexual, de la inclusividad, etc., son funcionales a la pérdida del valor social de las mujeres y, en consecuencia, no contrarrestan los feminicidios, sino que los fomentan, puesto que niegan la potencialidad de la diferencia sexual femenina libre y autónoma, que debe ser significada por cada mujer en primera persona.

Por eso, necesitamos mirar alrededor y encontrar, en el lenguaje y la representación, el valor social del sentido libre de ser mujer por todas partes, necesitamos continuar la práctica política de expandir este valor, de plasmarlo y encarnarlo, tal como lo han venido haciendo las pensadoras de la diferencia sexual y las feministas radicales de la diferencia. Deseamos llenar los cuadernos y libros con las palabras, llenar los muros, las calles, las telas con las imágenes, de las mujeres de nuestra genealogía materna, de las mujeres de nuestra genealogía de pensadoras y políticas, de las mujeres que llevan a cabo, en el anonimato, la gran obra de civilización que es dar la vida y la palabra, nada menos que la capacidad simbólica de la especie humana. Necesitamos nombrar el mundo en femenino libre y no en un pretendido y falso neutro, aunque se disfrace de E. Deseamos que se entienda que nada de esto es compensatorio, porque “las mujeres no somos una cuota, SOMOS LA MEDIDA DEL MUNDO”.

REVUELTA SOCIAL EN CHILE

La revolución en nuestro país deja en evidencia también el fin del patriarcado[10], que se arrastra desde mucho antes, gracias a la política de las mujeres[11]. Nosotras apoyamos la revuelta en su sentido más genuino y, por eso, seguimos en ella. ¿Cuál es este sentido? Para nosotras, es lo que conlleva de orden simbólico de la madre[12], esto es, la transformación profunda de las relaciones humanas para que estas dejen de ser instrumentales, a la usanza patriarcal, y sean relaciones sin fin, a la usanza de las mujeres[13]. Asimismo, es todo lo que esta revuelta demanda de justicia social y de buen vivir, como la autonomía de los pueblos originarios, el respeto a la naturaleza y a todas las especies, la liberación de los recursos naturales (en especial, el agua), las pensiones dignas para la vejez, una educación sexuada, gratuita y de calidad, etc., un largo etc.

Principalmente, conlleva el fin de la política con poder[14], de la política de los partidos, de la política institucional; en otras palabras, del estado moderno de derecho que se configuró dejándonos fuera a las mujeres. Este descreer de la política establecida es un sentimiento genuino y lo han manifestado sobre todo las y los jóvenes. Las mujeres lo sentimos hace siglos; las madres, hace milenios. Las y los recién llegadas/os traen su novedad a este mundo viejo que los recibe[15]. Y su novedad coincide con nuestras búsquedas y hallazgos seculares. No queremos más la política con poder. Sin embargo, el estado criminal, capitalista y patriarcal, lleno de muertos vivientes[16], no recibe esta novedad, sino que la entierra, la asesina, la deja sin visión, para mantener su estato quo, sus intereses económicos y de poder, para sacarle brillo a su derrota y mostrar su miseria a vista y paciencia.

Nos duele y enfurece que queden impunes los patriarcas asesinos, violadores y torturadores de todos los tiempos criminales de este país y del planeta entero, que hoy son los feminicidas, son los hombres prostituyentes y todos los que colaboran a favor de la industria sexual; son también los asesinos de quienes participan activamente de esta revuelta, y de las mujeres, hombres, niñas y niños del pueblo mapuche. La única violencia que reconocemos es la violencia patriarcal y la violencia de estado; no nos sumamos al coro hipócrita contra la delincuencia y su parodia televisiva. Como dijo la beguina Hadewijch de Amberes, a principios del siglo XIII, la fuerza con la fuerza, el amor con el amor… todas las cosas hay que buscarlas en lo que ellas mismas son.[17]

LA NUEVA CONSTITUCIÓN

Cuando a una crisis, sobre todo de profunda magnitud, se le responde con las viejas respuestas aprendidas de siempre, o sea, se la enfrenta con los mismos prejuicios y prácticas reiterativas, ya probadas y fracasadas, vuelve a explotar una y otra vez, y lo hace cada vez peor[18]. Por eso, no les damos crédito a las respuestas que da la política con poder[19]. Para que una constitución sea realmente Nueva y no vuelva a explotar en 10 años más, no basta que se levante desde la soberanía del pueblo de los hombres, necesitamos que lo haga también desde la soberanía del pueblo de las mujeres[20]. Es decir, tiene que inscribir la diferencia sexual femenina libre, porque nadie nos debe incluir. La disidencia sexual no nos incluye, menos como mujeres lesbianas, el sujeto (pseudo)universal del lenguaje del derecho patriarcal, tampoco.

El camino, para nosotras, no es la inclusión ni la identidad de género; no es la paridad ni la igualdad con los hombres. Inscribir el femenino libre tampoco significa estar visibles en el lenguaje como víctimas, sino que se trata de aparecer como protagonistas de nuestras propias vidas. No es hablar de la miseria masculina, sino de y desde la libertad femenina[21]. Esto implica sexuar el lenguaje del derecho. Para nosotras, una constitución digna del momento histórico que estamos viviendo, que es el fin de una civilización desequilibrada y unilateral, tendría que explicitar de forma determinante que el cuerpo femenino es inviolable e impensable el violentarlo, porque el nacer mujer es una fuente de valor insustituible y solo las mujeres podemos sacar a la luz del sol sus contenidos.


[1] Descubrimiento del año 1996 de las feministas de la Librería de Mujeres de Milán. El fin del patriarcado implica dos cosas interrelacionadas. La primera es que las instituciones, sobre todo las de su política sexual, han perdido crédito en la mente y en la vida de muchas mujeres. La segunda es que las mujeres somos dueñas de nuestros cuerpos y sus frutos. Cuando esto último no ocurre, lo vivimos como una gran injusticia, pero ya no como una práctica naturalizada, como ocurría mientras duraba su contrato sexual.

[2] Expresión que tomamos de la pensadora de la diferencia sexual, la historiadora española María Milagros Rivera Garretas, en su texto http://www.ub.edu/duoda/web/es/textos/10/222/

[3] Tomamos estas figuras de María Milagros Rivera Garretas.

[4] Carla Lonzi escribe Mujer clitórica y mujer vaginal, planteando que la primera colonización que sufrimos las mujeres en las sociedades patriarcales es psíquica y fisiológica al habernos impuesto el mito de que nuestro placer orgásmico reside en la vagina y no en el clítoris y, por lo tanto, coincide con el del hombre.

[5] Autoridad viene del étimo augere, que significa ‘hacer crecer’, ‘dar auge’. La autoridad de la obra materna, que es dar la vida y la palabra, es usurpada, en los albores de las sociedades patriarcales, para desplazar a la madre por el Padre, su ley y palabra, transformando la autoridad en autoritarismo. Ver la obra de Luisa Muraro, quien descubre la figura del orden simbólico de la madre. Dice M. M. Rivera Garretas que el orden simbólico es la lengua que hablamos.

[6] Significado etimológico de la palabra ‘radical’.

[7] M. M. Rivera Garretas habla de cánones de vaginalidad para referirse a la falta de independencia simbólica de las mujeres respecto de los hombres, el seguir considerándolos medida del mundo. Viene esto de la figura de la mujer clitórica y la mujer vaginal de Carla Lonzi, a la que hicimos ya referencia.

[8] Práctica política y social descubierta por las feministas de la Librería de Mujeres de Milán. Es una práctica de disparidad, porque su importancia reside en reconocerle su más a una mujer y no en pretender que seamos todas iguales, como sucede con la sororidad, la que no ha terminado con la envidia ni la competencia destructiva en los espacios feministas.

[9] También se tendrían que terminar los feminicidios simbólicos, es decir, el silenciamiento, la difamación, el ocultamiento de obras, etc., de las pensadoras, activistas, de todas quienes ejercen un liderazgo en el movimiento de mujeres.

[10] Descubrimiento del año 1996 de las feministas de la Librería de Mujeres de Milán. El fin del patriarcado implica dos cosas interrelacionadas. La primera es que las instituciones, sobre todo las de su política sexual, han perdido crédito en la mente y en la vida de muchas mujeres. La segunda es que las mujeres somos dueñas de nuestros cuerpos y sus frutos. Cuando esto último no ocurre, lo vivimos como una gran injusticia, pero ya no como una práctica naturalizada, como ocurría mientras duraba su contrato sexual.

[11] Política de las mujeres que es milenaria y toma especial fuerza en el último tercio del siglo XX con los grupos de toma de conciencia (Rivera, La diferencia sexual en la historia, 2005).

[12] El orden simbólico es la lengua materna que aprendemos de la madre, o de quien ocupe su lugar, en la primerísima infancia. Lo aprendemos estando en relación y con autoridad materna, que viene de ‘augere’, cuyo significado es ‘hacer crecer’. En las sociedades patriarcales, sobre todo occidentales y modernas, este orden simbólico es usurpado y desplazado por el régimen simbólico patriarcal, que tergiversa, fragmenta y silencia la experiencia femenina. Ver Luisa Muraro, El orden simbólico de la madre.

[13] La relación instrumental es la que usa a alguien para lograr cualquier meta. La relación sin fin es aquella que se basa en el gusto y placer de estar en relación solo por el hecho de estarlo (Cigarini, Muraro, Rivera, El trabajo de las palabras, 2008).

[14] M.M.R.G. opone la política con poder a la política de las mujeres.

[15] Tomamos esta idea de la filósofa política Hannah Arendt, en especial de su texto La crisis de la educación.

[16] Expresión que tomamos de la historiadora de la diferencia sexual, María Milagros Rivera Garretas.

[17] La cita no es textual, aparece completa en Mujeres en relación: feminismo 1970-2000, de María Milagros Rivera Garretas, p.45.

[18] Esta idea la tomamos del texto de Hannah Arendt, La crisis de la educación.

[19] María Milagros Rivera Garretas opone la política con poder, que es partidista y masculina, a la política de las mujeres, que se practica sin ejercer la fuerza ni el poder.

[20] Luce Irigaray se refiere al pueblo de los hombres y al pueblo de las mujeres. En algunos textos de su libro Yo, tú, nosotras.

[21] La economía de la miseria femenina que inunda los medios masivos de comunicación, en especial los días 8 de marzo, es, en realidad, la miseria masculina: mujeres asesinadas, sueldos desiguales, feminización de la pobreza, etc. Esta idea la tomamos de Milagros Rivera en http://www.ub.edu/duoda/web/es/textos/10/211/ Y de Lia Cigarini es la figura de la libertad femenina, para referirse a una libertad relacional, más practicada por mujeres que por hombres, y que no es liberal ni individualista.