Comentario
Escribí este texto para el primer evento público realizado por Feministas Lúcidas, el que se llamó “Genealogía del Feminismo Radical de la Diferencia”, en octubre del 2017. Fue mi primera vez hablando en público sobre feminismo y la primera vez que pude compartir mis sentires en voz alta, a través de una de las autoras que amo. El texto a continuación ha sufrido varias modificaciones desde su composición; ha pasado bastante tiempo, y a lo largo de estos años yo he cambiado, crecido y aprendido más aún de lo que habría imaginado en ese entonces. Sigo creyendo fuertemente que seguiré aprendiendo, de las mujeres que me rodean y de las relaciones que mantengo con ellas.
Virginia Woolf desde una mirada lúcida
Hola a todas. Estoy aquí. Estoy aquí junto a ustedes y cada fibra de mi ser tiembla. Estoy nerviosa porque nunca he sido buena hablando en público. Lo más probable es que tartamudee, me quede en blanco y mis pensamientos se nublen. Tal vez me sienta paralizada.
¿Por qué me pasa esto? Quizás si fuera un hombre, desde pequeña me habrían enseñado a hablar más fuerte que el de al lado. Quizás, no tendría un miedo tan grande al rechazo, quizás tendría referentes en todas las bibliotecas. Quizás, en el colegio me habrían hablado las grandes exponentes de la literatura, y quizás, tendría palabras para expresar cómo me siento, sin sentirme extranjera de la lengua que habito.
Pero soy mujer. Soy mujer, y siento miedo porque temo no ser escuchada, temo que opinión sea desestimada, temo ser invalidada. Siento miedo porque en esta esta sociedad, la búsqueda de la libertad y las manifestaciones de libertad femenina tienen costos que los patriarcas no están dispuestos a tranzar. Siento miedo porque ningún espacio cohabitado por hombres, público o privado nos garantiza una vida digna y segura. Quizás, de haber encontrado a las mujeres que me precedieron en las bibliotecas, el miedo que me abunda disminuiría, o quizás no tendría miedos, ninguno de ellos. Quizás, hurgando en mi genealogía, habría encontrado a Virginia Woolf, y habría entendido que, tal como ella nos diría “Como mujeres, no tenemos patria”.
Virginia Stephen, más conocida como Virginia Woolf fue novelista, ensayista, periodista, editora y feminista; y una de las figuras más destacadas del modernismo literario del siglo XX, vanguardia que ha sido caracterizada por la crítica literaria masculina. Desde su niñez en la biblioteca de su padre, hasta el día en que decidió terminar con su vida, Woolf nos cautivó con su pensamiento lúcido y su delicada sensibilidad. A lo largo de sus ensayos, Virginia hacía entrever sutilmente y en base a un sinfín de analogías su entendimiento y sensatez feminista. Hoy, después de vastas reflexiones junto a mis semejantas de Feministas Lúcidas, expondré a esta maravillosa escritora desde una perspectiva feminista radical de la diferencia, ofreciendo un nuevo enfoque para entender cómo Woolf guardó y transformó la tradición que amaba en una fuente de resistencia al patriarcado. Para esto, haré un análisis en base a dos de sus más grandes ensayos Un Cuarto Propio del año 1929, y Tres Guineas del año 1938.
Radical significa perteneciente o relativo a la raíz. Por lo tanto, las pensadoras del feminismo radical se han encargado de crear la teoría precisa para analizar las raíces de los problemas que acomplejan a las mujeres, estableciendo una crítica profunda al sistema social y a las instituciones que lo componen. El feminismo de la diferencia, por otro lado, sitúa su preocupación en la búsqueda de libertad femenina en el fin del patriarcado, problematiza la vida de las mujeres con relación al entorno que vivimos, siempre motivando el entre mujeres, y afirmándose de esto encontrar respuestas al dolor y la rabia de haber nacido en un desorden simbólico. De esta forma, nos invitan a conectarnos con las otras mujeres y tejer entre nosotras un nuevo orden en el que, como diría la poeta Audre Lorde, podamos sentir y luego ser libres. En esta ocasión, situamos a Virginia Woolf dentro de esta convergencia, la insertamos en el feminismo radical de la diferencia por ser una autora que refleja e irradia libertad femenina; así, Virginia se transforma en un hilo conductor entre las ideas de las mujeres del siglo XX y nosotras, las mujeres del siglo XXI.
Virginia Woolf enfatizó aspectos sumamente relevantes para el análisis feminista, desde el imaginario de nuestra libertad, el acceso a la educación, y la extensión del reconocimiento a los logros femeninos, planteando nuevos sistemas que se diferenciarán y desafiarán el orden ya establecido por los hombres. Su sentido de la ironía la llevó a ahondar en los pretextos de la sociedad de la posguerra, para así mostrar cómo las viejas suposiciones sostuvieron corrupciones ocultas y cómo esas corrupciones eran perjudiciales para todos, y especialmente corrosivas para las mujeres.
Si bien hay tópicos altamente claves en sus textos y podríamos analizar en extenso a cada uno de los personajes de sus libros, no quiero que esto se convierta en una crítica académica. La academia, así como tantas otras instituciones nos han dejado relegadas a un papel secundario, que en mi opinión nunca nos ha pertenecido. Es por esto que no voy a analizar a Virginia Woolf en relación al paisaje urbano de sus obras, o describir en profundidad sus técnicas discursivas como el monólogo interior o la corriente de la conciencia. Voy a analizar a Virginia Woolf como una mujer. Una mujer que sufría, una mujer que sentía, una mujer que amaba y una mujer que escribía. Voy a analizar a Virginia Woolf a partir de mí misma y de cómo se instauró en mi corazón desde la primera vez que tuve la suerte de leerla.
Las feministas del pensamiento de la diferencia plantean la necesidad de crear un nuevo orden simbólico, ya que en el actual no encontramos las palabras para definirnos a nosotras mismas. Con el pasar del tiempo me he dado cuenta de que muchas veces esas palabras no existen, sin embargo, cuando encuentras buenas amigas, nace una lengua común; la que nos han renegado pero que a pesar de todo sigue ahí, en todas nosotras. Esto sentí la primera vez que leí a Virginia Woolf. Por primera vez en mucho tiempo sentí que alguien podría contarme, no en muchas palabras, lo que yo sentía. Yo en ella leí sus complejidades, frustraciones y amores. Y, también, me refleje en sus dudas: “¿Por qué los hombres bebían vino y las mujeres agua? ¿Por qué era un sexo tan próspero y el otro tan pobre? ¿Qué efecto tiene la pobreza sobre la novela? ¿Qué condiciones son necesarias a la creación de obras de arte?” Fueron algunas de sus preguntas en Un Cuarto Propio.
Poco a poco me adentre en estas dudas, las dudas de una mujer del siglo XX en las que yo, una mujer del siglo XXI sentía y siento como mías. A pesar del siglo de distancia que nos separa, nuestras realidades no parecían diferir. La educación para las mujeres es un ejemplo. En Tres Guineas, Woolf le responde a un distinguido abogado su opinión sobre cómo prevenir la guerra. Su respuesta es hilarante y se remonta a las guineas, una moneda de oro -de altísimo valor- destinada como medio de pago a los profesionales del Reino Unido.
En el siglo XX, sólo las hijas de los hombres educados tenían acceso a la educación. Y por educación, nos referimos únicamente al hecho de estudiar latín. Las oportunidades eran escasas puesto que los hijos de los hombres educados eran la prioridad y los fondos familiares eran destinados a enviar a los varones a la universidad. Esta es una de las razones por las que Woolf decide destinar una guinea a la construcción de una universidad para mujeres, un lugar que pueda comprender las necesidades y especialidades, un lugar que tenga como objetivo “no segregar ni especializar, sino combinar”, quitando valor a los símbolos masculinos por los que se había caracterizado la época. Entre un realismo oscuro y las ganas de un cambio, Tres Guineas no establece pasos a seguir, o una lista de libros por leer, sin embargo, Woolf sí le pide a las mujeres que “practiquen la profesión de leer y escribir por el interés cultural y la libertad intelectual”. De acuerdo con la ensayista Anne Fernald, Woolf, define esta última frase como “el derecho de decir o escribir lo que piensas en tus propias palabras, y en tu propia forma”. Hecho que las feministas de la diferencia plantearían como un llamado a hablar a partir de sí mismas. Más adelante, Woolf establece las características que diferenciaría esta universidad de una universidad para hombres, siendo el motivo principal que “esta debería explorar las formas en las que la mente y el cuerpo pueden estar hechas para cooperar; descubrir que nuevas combinaciones hacen totalidades en la vida humana” haciendo hincapié en no vender sus intelectualidades, como por siglos habían hecho los hombres.
Sin embargo, han pasado más de 60 años de esta cita y aún no podemos afirmar esta realidad. En la actualidad, nuestra prioridad es mantenernos con vida, ya que nuestra existencia ha sido olvidada por los gobiernos y pareciera que cada día que pasa más de nosotras mueren. Esta sociedad enferma no nos libra, ni en nuestros espacios educativos, de la exposición bestial al acoso, a la humillación y a la violencia. Virginia Woolf entendía esta realidad y comprendía la diferencia sexual que significa estar en un cuerpo sexuado mujer, así, en Tres Guineas afirmó: “Si los hombres de su profesión se unieran en una solicitud y dijeran “Si no se concede, dejaremos de trabajar”, las leyes de Inglaterra cesarían en ser administradas. Si las mujeres de su profesión dijeran lo mismo, no haría la diferencia en las leyes de Inglaterra, de ninguna forma”. Porque nacer mujer no es ni remotamente parecido a nacer hombre, y porque nuestras experiencias en las universidades se fundamentan en espacios hostiles, en donde nuestra existencia duele. Una de las grandes exponentes del feminismo estadounidense, la escritora y poeta Adrienne Rich dijo en 1979 “No hay, y digo esto con tristeza, ningún colegio universitario femenino que proporcione a las mujeres jóvenes la educación que necesitan para sobrevivir como personas completas en un mundo que niega la totalidad a las mujeres”.
Mientras más leía me daba cuenta de lo difícil que era formar una identidad propia, ya que todo lo que me enseñaron de mí y de las otras mujeres fue, primeramente, dicho por un hombre. Me atrevería a decir que nuestras personalidades son moldeadas por el sistema patriarcal, que cada vez que crecemos van agregando cualidades a nuestras personas, y también, defectos; que seguimos una lógica que no es a la que verdaderamente pertenecemos, que son mentiras para que nos odiemos, a nosotras y entre nosotras. Y todo parte en el simple hecho de no tener referentes femeninos en las bibliotecas, en los planes curriculares y en los hogares. Claramente, este hecho alarmante no es una coincidencia, puesto que la sociedad patriarcal se encargó de una manera brutal en borrarnos del mapa y, en construir a su imagen el ideario de ser mujer. Woolf nos pregunta en Un Cuarto Propio “¿Tienes alguna noción de cuántos libros se escriben al año sobre las mujeres? ¿Tienes alguna noción de cuántos están escritos por hombres? ¿Te das cuenta de que eres quizás el animal más discutido del universo?” En Tres Guineas, vuelve a explicitar cómo a lo largo de la historia las mujeres, en especial las hijas de hombres educados eran invisibilizadas por la sociedad, omitiendo la identidad literaria creada por las mujeres de la época: “Todas esas memorias tienen una característica en común, todas sus páginas están salpicadas con los nombres de los grandes líderes políticos -Pitt, Fox Burke, Sheridan, Peel, Canning, Palmerston, Disraeli, Gladstone-, pero el lector no encontrará en lo alto de la escalinata recibiendo a los invitados, ni en las más recogidas estancias de la casa, a una sola hija de un hombre con educación. Quizá no tuviera el suficiente encanto, ingenio, rango o vestuario. Sea cual fuere la razón, lo cierto es que usted volverá página tras página, leerá volumen tras volumen y, pese a que encontrará los nombres de los hermanos y maridos, no hallará los nombres de Jane Austen, Charlotte Bronte o George Eliot.”
El análisis social hecho por Woolf, con extrema claridad, demuestra que tanto la falta identitaria como el bajo acceso a la educación para las mujeres, son productos de la violencia ejercida por la sociedad machista, y recalca cómo las mujeres se desmarcan de esta violencia. En Tres Guineas, vuelve a responderle al abogado, la cito: “Sencillamente, contesta usted, que nosotras, las hijas de los hombres con educación, nos encontramos entre la espada y la pared. A nuestra espalda, tenemos el sistema patriarcal; el hogar, con su inanidad, su inmoralidad, su hipocresía, su servilismo. Ante nosotras, tenemos el mundo de la vida pública, el sistema profesional, con su carácter absorbente, sus celos, su competitividad, su codicia. El primero nos encierra como esclavas en un harén; el segundo nos obliga a dar vueltas y vueltas, como la oruga, con la cabeza junto a la cola, alrededor del moral, del sagrado árbol de la propiedad. Es una alternativa en la que tenemos que escoger entre dos males.”
Para terminar, quiero finalizar no con mis palabras, sino con las palabras de la mujer que me ha dado la inspiración y la fuerza necesaria para exponer el día de hoy. En Un Cuarto propio, Virginia Woolf comenta la existencia de la hermana de Shakespeare, y cómo su vida fue omitida debido a su joven muerte. Sobre esto escribió lo siguiente:
“Ahora bien, yo creo que esta poetisa que jamás escribió una palabra y se halla enterrada en esta encrucijada vive todavía. Vive en vosotras y en mí, y en muchas otras mujeres que no están aquí esta noche porque están lavando los platos y poniendo a los niños en la cama. Pero vive; porque los grandes poetas no mueren; son presencias continuas; sólo necesitan la oportunidad de andar entre nosotros hechos carne. Esta oportunidad, creo yo, pronto tendréis el poder de ofrecérsela a esta poetisa. Porque yo creo que si vivimos aproximadamente otro siglo y si cada una de nosotras tiene quinientas libras al año y una habitación propia; si nos hemos acostumbrado a la libertad y tenemos el valor de escribir exactamente lo que pensamos; si nos evadimos un poco de la sala de estar común y vemos a los seres humanos no siempre desde el punto de vista de su relación entre ellos, sino de su relación con la realidad; si además vemos el cielo, y los árboles, o lo que sea, en sí mismos; si tratamos de ver más allá del coco de Milton, porque ningún humano debería limitar su visión; si nos enfrentamos con el hecho, porque es un hecho, de que no tenemos ningún brazo al que aferrarnos, sino que estamos solas, y de que estamos relacionadas con el mundo de la realidad y no sólo con el mundo de los hombres y las mujeres, entonces, llegará la oportunidad y la poetisa muerta que fue la hermana de Shakespeare recobrará el cuerpo del que tan a menudo se ha despojado. Extrayendo su vida de las vidas de las desconocidas que fueron sus antepasadas, como su hermano hizo antes que ella, nacerá. En cuanto a que venga si nosotras no nos preparamos, no nos esforzamos, si no estamos decididas a que, cuando haya vuelto a nacer, pueda vivir y escribir su poesía, esto no lo podemos esperar, porque es imposible. Pero yo sostengo que vendrá si trabajamos por ella, y que hacer este trabajo, aun en la pobreza y la oscuridad, merece la pena.” Por recuperar a la poetisa, a la creadora, a la mujer sin condiciones, y por descubrir el sentido libre de ser mujer. Gracias.
Referencias
Fernald, Anne. Virginia Woolf. Feminism and the reader. 2006.
Woolf, Virginia. Un Cuarto Propio. 1929.
Woolf, Virginia. Tres Guineas. 1938.