Cuando humanizar nos vuelve animales

Cuando humanizar nos vuelve animales1

La palabra es un don de la madre, o de las mujeres, y esto tiene una importancia crucial, porque mediante este don, la madre nos humaniza. Es decir, la capacidad de crear significados estructurados nos hace parte de lo que Luisa Muraro denomina “animales simbólicos” o “bestias que hablan”. En consecuencia, decir que “nos humaniza” implica que nos vincula con el mundo animal. Precisamente, la lengua materna permite nuestra comunicación con el mundo animal y también con el mundo vegetal. Es así porque la lengua es primariamente comunicación a través de los campos sensoriales del cuerpoalmado2, o sea, una comunicación, un “hacer común”, desde el sentir.

Es en la etapa que Patrizia Violi ha denominado “semiosis primaria” y, antes, en la vida en la placenta, cuando los sentidos se nos activan para pacientemente recibir las señales que nos emite el cuerpoalmado de nuestra madre y entrar en un rico intercambio comunicativo, nada sistemático ni nada racional, pero fuertemente emocional, con ella o con quien ocupe su lugar. Es así como la voz, el llanto, la risa, el tacto, el olor, el sabor, el movimiento, la mirada, el gesto, la mueca comunican el profundo sentir. En este momento ya hay significado porque hay comunicación. Y es tan importante esta etapa que sin ella no se aprende a hablar, o bien, no se puede llegar a tener una lengua simbolizada.

La semiosis primaria irradia una dimensión exuberante de sentido mediada por la empatía. La empatía es “un tipo sui generis de actos experienciales”: así la entendió Edith Stein, quien le dedicó su tesis doctoral Sobre el problema de la empatía a su madre. Es dicha dimensión la que nos pone en conexión con la naturaleza, el mundo animal y vegetal. Y en ella también reside nuestro encuentro con lo onírico, lo poético, lo erótico. Podría decir que nuestros poderes espirituales brujeriles se expanden desde esta dimensión exuberante de sentido: desde la empatía a la telepatía. Por eso, las pensadoras de la diferencia sexual afirman que el cuerpo-almado sexuado en femenino es un pasadizo entre la naturaleza y la cultura. El otro día aprendí de una mujer llamada Perla que, en algunas lenguas originarias, el significado de la madre-tierra va unido al de la madre concreta que nos da la vida, es decir, que ambas ideas se sintetizan en una sola expresión. Además, tengamos en cuenta que la palabra “humanizar” viene enraizada con “humus”, “tierra”. Pienso en las defensoras de la tierra y en cómo los patriarcas las hacen desaparecer. Pienso en la impunidad de tantos asesinos; pienso esto con Rabia, como “acción violenta de los elementos (como el viento o el mar)… una tormenta violenta: TEMPESTAD”3, y los maldigo a todos y a cada uno porque mi lengua materna también es lengua arpía. Los maldigo como Antonia maldice al violador de su nieta en la película Las memorias de Antonia.

¿Se liga la desaparición de las defensoras de la tierra a la usurpación de la obra materna que realizan los patriarcados en los albores de su civilización? Sí, pues lo que realmente niegan es este amor a la alteridad, que rompe con ese especismo absurdo y jerárquico, y nos conecta con algo más grande, con el ser criaturas de la naturaleza y el cosmos. Puesto que el ser depositarias de la lengua es una apuesta de apertura a la alteridad, al estar en relación. Incluso la palabra “depositaria” envuelve esta apuesta hacia el otro, la otra, lo otro. Etimológicamente, la expresión “depositaria” significa “poner fuera”. Este tesoro que es la palabra, la madre, o quien haga el quién por ella, lo enseña a la hija, al hijo; lo pone fuera de ella y lo dispone para otra, para otro. Nacemos para aprender a hablar o, mejor aún, para aprender a comunicar, nacemos para estar en relación. ¿Y no es eso precisamente la naturaleza? Luisa Muraro dice “como las plantas y las estrellas, comunican todas ellas con todas ellas, en un flujo sobreabundante de signos y señales…”4.

Los patriarcados y los patriarcas intentan usurpar y negar la potencialidad de dar vida y el cuidado de todo lo vivo que están inscritos en la experiencia femenina. Por eso, construyen sociedades necrófilas, como dice Mary Daly. Y junto con esto se atribuyen el ser dueños de la palabra, a la que transforman en logos. A esta altura ya sabemos que, en la existencia de las animales simbólicas, cuerpo y palabra no se separan, constituyen una unidad sin ser lo mismo. La usurpación, por esto, es de la unidad completa. El lenguaje que resulta de este acto de dominación, de apropiación, ya no es lengua materna, es precisamente lenguaje patriarcal y, como tal, es cerrado, hermético, autorreferente. Como no son genuinamente los depositarios de la lengua, más bien, como niegan este origen, su palabra no se dispone en apertura a la alteridad, no se “pone fuera” en comunicación con el mundo, sino, al contrario, se “pone dentro” y se convierte en un lenguaje repetitivo, es decir, donde el discípulo repite lo que dice el maestro ad infinitum. Es lo que llaman “tradición de pensamiento filosófico y político” de raigambre racionalista, griega o moderna, que sabemos que es masculina. Esto lo explica magistralmente Luce Irigaray.

Asimismo, con esta autora5, caí en cuenta de que el cierre a la alteridad ocurre en el momento en que el maestro, de la Grecia pre-socrática, se apropia de lo que aprende de Ella, “naturaleza, mujer, diosa”, y lo hace suyo, desconociendo de donde proviene dicha sabiduría. Entonces, el “no”, que yo distingo como el “no” abierto a la alteridad, esto es, que el maestro dijera “yo no soy Ella”, reconociendo su autoría, muta en el “no” que cierra la alteridad, en tanto la absorbe: “Ella no es yo”. Esta ecuación es la que perdura en las sociedades patriarcales y se manifiesta en su lenguaje y representaciones culturales donde el femenino es proyectado como un no-masculino para que el masculino se erija representante del género humano, identificando humano con hombre. En el español, lo vemos claramente con el predominio del morfema de género gramatical masculino que, se dice, funciona como genérico. A lo que nosotras respondemos: falso genérico, falso sujeto universal.

Volviendo a la idea de que la palabra es don de la madre, y de las mujeres, recordemos que un don es una ofrenda, es un regalo, y se conecta con el étimo domus que significa “casa”. Recordemos que nuestra primera casa es la placenta6. Queda tan claro en los versos que la poeta argentina Tamara Kamenszain dedica a su madre rehén del alzhéimer, que pone “a congelar la lengua materna”, mientras nos despide “de su mundo sin palabras” / Sin embargo…”. Este “sin embargo” lo cambia todo: “Sin embargo si te canto tu canción infantil / la neurona del idisch se posa dulce sobre tus labios / y todo lo que nunca entendí en ese idioma / lo repito con vos viejita, y me queda claro”7. ¿No es acaso la madre de Tamara depositaria de la lengua materna más allá del alzhéimer? ¿Y la madre de la madre de Tamara también? Después del “sin embargo”, viene una experiencia como si fuese la primera vez. En este “como si fuese la primera vez” descansa la potencia creadora de la lengua materna que nos invita a re-nacer: a escuchar, a mirar, a escribir como si fuese la primera vez, a llorar, a reír como si fuese la primera vez. Como Julia Chuñil8 a la que le gusta rescatar la semilla como si fuese la primera vez, la semilla que es nuestra, dice; de origen femenino, digo; y se junta con otras mujeres a rescatarla, mientras alegremente conversan y comparten lo que cada una lleva, lo que cada una lleva y sale de la casa de cada una.

1Este texto reúne viejas y nuevas ideas que en el último tiempo han confabulado dentro de mí. Viejas y nuevas ideas que mi lengua oral pone en juego cuando hago clases o me invitan a hablar en algunos espacios fundados por mujeres y por amigas. Este escrito lleva bastante de lo que hablé en el taller Agridulce, al que mi amiga Marisol Torres me invitó a compartir mi experiencia de la lengua materna.

2Lo de cuerpoalmado se lo he escuchado a Ana Mañeru Méndez, Ama y Señora de Sabina Editorial, junto a otra gran Señora, Carmen Oliart. Asimismo, la teóloga Antonietta Potente dice “alma corpórea”.

3Mary Daly inicia con estas palabras la definición de Rabia en su Brujedario, libro publicado por Sabina Editorial y traducido al castellano por mi amiga de Feministas Lúcidas, Carmen Martín Rojas.

4En un texto que se titula “La alegoría de la lengua materna”, publicado en la Revista Duoda, n°14, en 1998.

5En el Club de Lectura, organizado por Feministas Lúcidas, principalmente por mi querida Jessica Gamboa Valdés y yo, donde leímos y conversamos en torno al libro de Luce Irigaray, En el principio era ella.

6Esto también lo dice Luce Irigaray en su texto “Cuerpo a cuerpo con la madre”.

7Esta pieza poética es de un poemario de ella que se titula El eco de mi madre. Un regalo que me hizo una estudiante luminosa, Lucía.

8Julia Chuñil es una mujer mapuche defensora de la tierra y lleva desaparecida, junto a su perro Cholo, más de 190 días.