Gracias, Ana Mañeru Méndez y Carmen Oliart (editoras y amigas Sabinas)
Gracias, Carmen Martín Rojas (traductora y Lúcida amiga)
por regalarnos este tesoro en español
Mi aproximación a la lectura del Brujedario es todavía muy inicial. Aun así, de entrada advierto que una está ante una obra de arte magistral y de excelencia femenina, no academente por supuesto. Podemos estudiarla profundamente desde miradas e intenciones libres del canon patriarcal y sería una empresa a lo grande. Pero también es un libro que puede acompañar a toda mujer en su propio viaje interior, emprendido en su día a día o desde siempre al ritmo del Tiempo de las Mareas. Mary Daly nos dice en el prefacio: el Brujedario es un Libro de Consulta de los mensajes alados, de las Ángelas mensajeras de la Diosa.
Es así como me he dejado guiar por este Libro en este viaje iniciático de Bruja, Augur, Arpía, Mujer Salvaje y Reidora, y he logrado descifrar un primer mensaje que me ha llegado y les quiero compartir. Una no viaja desnuda, o bien, viaja desnuda pero con Memoria, parafraseando a María Zambrano cuando se refiere al renacer. La Memoria entonces es nuestro abrigo. El mensaje que mi Memoria ha descifrado, Memoria que vive en cada uno de mis sentidos, sobre todo en la piel, es que nuestra dimensión espiritual tiene que ser anunciada, dicha y acrecentada y, para eso, necesitamos las palabras originarias y originales, palabras mágicas y hechiceras, como las que Mary Daly y Jane Caputi nos regalan en esta obra, luego de haberlas ellas sentido, intuido y escuchado de las copas de los árboles que se balancean con el viento, del murmullo de sus hojas y del sonido subterráneo de los ríos que mojan sus raíces; palabras que brillan en su étimo porque vienen adheridas a la experiencia, al cuerpo y a la carne de nuestras ancestras; palabras que –con escobas brujeriles– las autoras han barrido con paciencia laboriosa, fogosa pasión y gloriosas carcajadas. Las han barrido de toda la basura y el ruido patriarcales que las encierran, las congelan, las aplastan y las empequeñecen para que ya no digan nada importante y, principalmente, para que nos desconectemos de nuestra dimensión espiritual y así sucumbamos a sus mentiras que intentan parecer verdades.
Estas palabras recuperadas son la Lengua Materna, porque son Palabras-Puente, Palabras-Umbral entre la naturaleza y la cultura, entre la animalidad y la humanidad. Pienso que nuestra dimensión espiritual consiste en habitar ese puente o ese umbral y adornarlo de flores coloridas para que lleguen las aves mensajeras, las mariposas y las abejas. Imagino un puente donde la brisa nos acaricia el rostro con una templada tibieza. Es en este umbral donde ocurre la comunicación entre las especies. Pensaba, hace unos meses, y ahora este mensaje del Brujedario me lo ha confirmado, que la Lengua Materna, que nos transforma en animalas simbólicas, como dice Luisa Muraro, es precisamente una potencialidad humana, de raigambre femenina, que permite la cercanía, y no la distancia, con el mundo animal. Y si del mundo animal se trata es también la cercanía con el mundo vegetal y la posibilidad de entrar en comunión con la Naturaleza. Este mensaje descifrado de manera incipiente ha venido a confirmar esta intuición. Las invito a abrir este Libro y donde caiga la mirada y se posen las manos descubran qué intuición le confirma a cada una. Yo abrí el Libro y me encontré con gansos, patos, arañas, focas, gatas, sapas, perras, abejas, búhas, elefantas, ranas, conejas, ardillas, delfinas, gaviotas, ocas, ballenas; y también con estrellas, luna, lago, riachuelos, árboles; asimismo, con criaturas Elementales como Gnomas, Ondinas, Sílfides, Salamandras, que habitan la Naturaleza, guardiana esta del Mundo de lo Invisible. Me encontré con las autoras comunicándose con todas ellas para desenjaular las palabras que necesitamos para decir-nos y también las palabras que desenmascaran las mentiras para no sucumbir a las insinuaciones misóginas, a las connotaciones peyorativas y a la luz de gas que minimiza nuestro sentir y nos culpabiliza.
Hoy más que nunca necesitamos el Brujedario porque hoy más que nunca necesitamos habitar el puente florido. Eso requiere calma, tiempo no cronometrado, oxígeno y soledad para que la Lengua Materna haga su trabajo, pasando por el cedazo de nuestro cuerpo y de nuestras entrañas, abriendo inusitadas dimensiones de sentido. En épocas de inmediatismo, de robotización desalmada, de vitrinización mediática y de discursos necrofílicos, las palabras brujeriles resguardan nuestra dimensión espiritual femenina, materna y ancestral. No olvidemos que somos las depositarias de estas y cuando lo deseamos, las ponemos a disposición de quien realmente sabe escuchar.
Tomen el Libro y ábranlo para que las aves –siempre las aves– nos traigan mensajes alados. Hoy he hecho nuevamente este ejercicio y me han traído lo siguiente:
Puede que tú olvides
Déjame decirte
esto: alguien en
algún tiempo futuro
pensará en nosotras.
Safo.