La inversión patriarcal de la E. Rayén Mancilla Lorca

El mal llamado “lenguaje inclusivo” está posicionándose cada día con más fuerza en las instituciones, sobre todo en la academia. Este consiste mayormente, en cambiar el pseudo-genérico universal -O (todos, ellos, nosotros, etc) por otro pseudo genérico universal -E (todes, elles, nosotres, etc). La demanda de este cambio en la lengua, viene desde el sector de las “disidencias sexuales” o ahora llamadas “disidencias sexo-genéricas”, en nombre de la tan manoseada inclusión. Sin embargo, como plantea Andrea Franulic “la -e no está tampoco visibilizando lo femenino, al contrario, también lo absorbe (lo incluye). En el español, la -e es un morfema que expresa un predominio del masculino: estudiantEs, profesorEs, pescadorEs, doctorEs, etc”. Esta modificación forzada de la lengua, supuestamente recoge un reclamo histórico de inclusión de parte de las mujeres feministas y nos intentan convencer de que nos resuelve el problema; ya que una vez que se instale, por fin estaremos incluidas en este lenguaje modificado. Nada más lejos de la realidad; de hecho, es sólo un engaño más. La imposición del “lenguaje inclusivo” es un engaño patriarcal, propiciado por lo que la autora Mary Daly llamaría “los métodos de mistificación masculina” de los que se sirve el patriarcado, esta vez para mantenernos absorbidas e invisibles en la lengua.

La autora Mary Daly (1978), en su libro Gyn/Ecology, analiza el patriarcado como una religión y discute cuatro métodos que son esenciales en lo que ella llama “el juego de los padres”-patrones demoníacos incrustados en nuestra cultura. El primer método correspondería al borrado de las mujeres, este se aplica en la imposición del “lenguaje inclusivo”, ya que la utilización de la -E primero que todo borra a las mujeres; en ninguna parte se nos nombra con la -A, morfema que realmente nos visibiliza. El en segundo método correspondería a la inversión, donde los patriarcas dan vuelta la realidad; ahora, los disidentes sexuales, que incluye a hombres gays, hombres “trans-identificados”, hombres “no binarios”, son los “verdaderos invisibilizados” en la lengua; no las mujeres, que hemos sido absorbidas una y otra vez en estos pseudo-genéricos-universales. El tercer método que esta autora presenta, es la falsa polarización, que se puede apreciar en la narrativa del lenguaje inclusivo, ya que intentan mostrarnos el uso de la -O con la -E como si fueran dos opciones contrarias, cuando en la realidad son lo mismo, ya que los dos expresan predominio de lo masculino. El cuarto método que Mary Daly descubre, es el divide y conquistarás; así la controversia del uso de la -E nos mantiene a las mujeres divididas y peleándonos entre nosotras; ya que unas defienden el uso de la -E como inclusivo o como lo políticamente correcto; mientras que otras, lo criticamos, por ser más de lo mismo. Como dice Mary Daly “las perspectivas patriarcales, funcionan como agendas escondidas selladas en la textura del lenguaje, enterradas en los mitos de inversión que controlan la lógica poderosamente, porque no son reconocidas” (13). Por esto, la importancia de estar atentas y levantar críticas a la exigencia del uso de la -E como el nuevo pseudo-genérico universal, ya que así podemos sacar a la luz la perspectiva patriarcal que esta demanda intenta esconder.

En conclusión, la imposición del “lenguaje inclusivo” es un artificio más del patriarcado. De ninguna manera nos resuelve algo a las mujeres; sino más bien, viene nuevamente a reformar y afirmar la misma dominación de la subjetividad masculina como la universal en el lenguaje, sólo que esta vez lo hace de la mano de la -E. Los patriarcas, carentes de imaginación, utilizan los mismos métodos una y otra vez, para así mantener su dominación; por ello, es importante conocer sus métodos, de esta manera cada vez se vuelven más evidentes y podemos verlos claramente.

Bibliografía:

Franulic, Andrea. “La “E” nos excluye y menos mal”, https://andreafranulic.cl/lenguaje/la-e-nos-excluye-y-menos-mal/

Daly, Mary. Gyn/Ecology. Boston: Beacon Press, 1978.

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