El Orden Simbólico de la Madre

De mi madre aprendí a hablar, me enseñó a comer, a bailar y jugar, es ella quien me mostró el mundo con sus palabras, caminando en sus brazos o de su mano; gracias a sus caricias, conocí los límites de mi cuerpo, aprendí a amarme y cuidarme; me enseñó a relacionarme con el mundo. Dice Luisa Muraro, en su obra El orden simbólico de la madre, que, con estos aprendizajes, este orden nos es transmitido; la lengua tiene una función simbólica muy importante en esto, pues nos permite conocer la experiencia de cada madre con el mundo, quienes además de hacernos posible el nacer, mantienen la vida y transmiten, al mismo tiempo, dicho orden simbólico.

Todas las lenguas tienen en su origen la posibilidad de diferenciar entre hombre y mujer, entre femenino y masculino, pero esto se va perdiendo en la enseñanza reglada, la que nos impone la escuela o universidad, lengua que borra esa diferencia, separa el cuerpo de la emoción, para volverse una lengua abstracta, ajena, que genera un rechazo en las y los estudiantes, pero, principalmente, en las mujeres, pues lo masculino pretende absorber lo femenino y borrar la diferencia sexual.

Hablar en lengua materna, dice María-Milagros Rivera Garretas, es aceptar el don de ser mujer u hombre, don que ha sido otorgado por nuestra madre al darnos la vida. Para nosotras, es amar nuestro ser mujer y nuestro origen femenino, que nos enseñó nuestra madre cuando nos mostró el mundo. Adrienne Rich hablaba de una lengua común que permita comprendernos de forma verdadera, sin herirnos, sin violentarnos, donde la existencia no sea una batalla, sino la afirmación de una nueva armonía, entre hombres y mujeres, entre el ser humano y la naturaleza, una lengua para soñar por fin juntos nuestra humanidad común. Y María-Milagros dice que es nuestra madre la primera que nos enseña de política cuando nos muestra la forma de estar en el mundo sin violencia.

«De mi madre aprendí a hablar, me enseñó a comer, a bailar y jugar, es ella quien me mostró el mundo con sus palabras, caminando en sus brazos o de su mano.”

Hablar en lengua materna, teniendo en cuenta la diferencia sexual, es entender que nuestra experiencia en el mundo no es neutra sino sexuada, es decir, no la vivimos igual, ni la entendemos igual las mujeres que los hombres; esta idea transforma el conocimiento y la política, pues es integrar la valiosa experiencia humana femenina al mundo, experiencia que ha sido menospreciada, que ha intentado ser borrada y absorbida por el ya obsoleto patriarcado, sin éxito gracias a nuestra práctica política, que no es la tradicional política con poder, sino, la política de las mujeres, que no busca un nuevo paradigma, sino un reencuentro con el orden simbólico de la madre, y esto sugiere saldar la deuda con la madre real, por lo que la relación madre e hija se nos presenta como fundamental.

En esta sección, expondremos escritos de mujeres que, hablando desde su propia experiencia, nos abren camino hacia el retorno al orden simbólico materno.

Relación Madre e Hija

Lengua Materna

Relación entre Mujeres