La institución de la heterosexualidad obligatoria se cimienta sobre la creencia de que las mujeres tendríamos una atracción heterosexual “innata” por los hombres, por lo tanto, la experiencia lesbiana es vista como una desviación o, lisa y llanamente, se invisibiliza nuestra existencia. Esta conjetura implica la anulación de la relación entre mujeres como fuente significante, de conocimiento y autoridad disponible para nosotras.
El contrato sexual-social subyace a cualquier forma de contratación, aunque, por excelencia, es el contrato de matrimonio el que mejor lo representa, no obstante, se extiende a otros ámbitos donde, aún en el fin del patriarcado, siguen operando los patriarcas con la violencia e impunidad acostumbradas, como es el caso del contrato de vientres de alquiler y la regulación del sistema prostituyente, que pretende incorporar la explotación sexual como un trabajo. Consideramos que estos últimos reductos –horrendos– de la agonía patriarcal deben ser abolidos, debido a esto, queremos contribuir a su análisis, develamiento y denuncia.